¿Realmente amo la verdad?


 "Como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor.
Su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra "

(Lucas 22:44)

El el libro de los Salmos, capítulo 31, versículo 5, se dice que el Señor es "Dios de la verdad" (31:5). El evangelio de Juan dice que Jesucristo es "la verdad" (Juan 14:6). La Biblia también dice que el espíritu de Dios es "espíritu de la verdad". (Juan 14:17) y que la Palabra de Dios es "la verdad". (Juan 17:17). Además, en Juan 4:23-24 dice que los adoradores verdaderos adorarán con "verdad". (Juan 4:23-24) Pero ¿podría tener la verdad tanta influencia en uno que le hiciera sufrir hasta el punto de sudar como gotas de sangre? ¿No sería más práctico aceptar la mentira y vivir una vida llena de falsedades? ¿Hay alguna razón de peso para sondear más profundamente lo que se llegó a llamar en la Biblia "el amor por la verdad".

De hecho, en 2 a los Tesalonicences, capítulo 2, versículo 10, se conecta el "amor a la verdad" con la salvación que el Señor Jesucristo traería en los últimos días. Allí el apóstol Pablo advierte acerca de una destrucción total que les sobrevendría a los que no hubieran cultivado amor por la verdad. Por tanto, no basta con saber qué es la verdad y todo lo que representa. No basta con hablar de la verdad y enseñarla a otros. No basta con estudiarla a fondo para entenderla bien. ¡¡Hay que amarla!! Pero ¿qué significa amar la verdad?

Debemos tener claro el significado del amor. Se trata de un sentimiento profundo que puede referirse al gran cariño que se siente por una persona, ya se trate de atracción sexual o romántica. También podría significar el aprecio o afecto que se le tiene al código moral que el espíritu de Dios registró en la Biblia. Por eso, el "amor a la verdad" no es simplemente un cariño por las Escrituras ni mucho menos un amor sexual o romántico. El amor a la verdad tiene que ver con el aprecio y afecto que se sentimos hacia las instrucciones que Dios registró en su Palabra la Biblia.

Amar la verdad significa sentir aprecio por las instrucciones de Dios, no porque a uno le hayan parecido bonitas, sino por haber experimentado personalmente, como si se tratara de un testigo presencial, las excelentes consecuencias que le han sobrevenido por obedecer con fe dichas instrucciones. Tal como uno ama más a una persona a medida que la conoce mejor y observa los beneficios de asociarse con ella, uno cultiva amor por la verdad cuando la conoce mejor y observa los beneficios de anteponerla a cualquier pensamiento, gusto o inclinación personal.

Por ejemplo, Jesús amaba tanto la verdad que hasta perseveró ante la oposición de pecadores que arremetieron en su contra. Nunca transigió para escapar de la burla, el castigo o la muerte. La última noche antes de ser entregado, se inclinó ante Dios y le dijo en oración: "Padre mío, si es posible, que no beba este amargo trago. Pero que no sea como yo quiero, sino como quieres tú." Y no era que Dios sádicamente quería hacerlo sufrir, sino que su sacrificio rescataría a la humanidad del pecado y la muerte. 

Jesús no solo tendría que sufrir una muerte cruel, sino tolerar la traición de Judas, su arresto, la burla y esputo de sus opositores, el juicio injusto al que sería sometido, tanto ante el Sanedrín como ante Herodes y el gobernador romano Pilato, y la tortura. Las profecías hablaban de los sufrimientos del Mesías, y Jesús, que amaba la verdad, no estaba dispuesto a fallar. (Isaías 53:3-9; Mateo 5:17-18) 

¿Qué le dio a Jesús tanta fortaleza? ¡El amor a la verdad! Estuvo dispuesto a todo por defender la verdad. No simpatizó nunca con la mentira, la falsedad, las doctrinas torcidas, los dogmas equivocados, las tradiciones absurdas, la religión falsa. Jesús mantuvo siempre la frente en alto como representante del Padre, a pesar de que todo el sistema de cosas judeo-romano se oponía a las buenas nuevas.

En cierta ocasión, un especialista del gobierno se reunió con una gran cantidad de jóvenes en el marco de una convención vocacional. Su tema: "Qué carreras son más lucrativas", que consistía en mostrarles un abanico de posibilidades, explicando las ventajas y desventajas de cada una. Cuando preguntó: "¿Cuál creen ustedes que es la carrera que más dinero produce?", le dieron una variedad de respuestas. Pero ninguno dio en el clavo. La carrera que más dinero producía era teología. La religión se había convertido en el principal modo de obtener ingresos lucrativos. ¡Increíble!

Pero surge una pregunta: ¿Defienden las religiones en general lo que dice la Biblia acerca de la verdad? ¿Estarían todas esas personas dispuestas a sacrificar sus carreras teológicas por defender la verdad, como hizo Jesucristo? En los tiempos de Jesús existían escuelas religiosas, y el cargo de clérigo era muy respetado. Se comía bien, se vestía bien y se gozaba de muchas atenciones. En cambio, Jesús despreció todas esas ventajas a cambio de ser maltratado. ¿Suena lógico o sensato?

Por eso, si uno realmente ama la verdad debe estar dispuesto a sacrificar las ventajas de una vida cómoda y tranquila, basada en los ingresos, y sentir tanto aprecio y afecto por la verdad que la predicación se convierta en lo más importante en su vida, no el dinero, la fama, el prestigio y la seguridad material. De hecho, la Biblia contiene muchas advertencias contra los que hacen del dinero su Dios, y de los que aparentan amar la verdad solo para llenar sus arcas de dinero.

La verdad es prístina, pero también es impactante, pesada, dolorosa y astringente. Por ejemplo, Jesús le dijo a una samaritana: "Ustedes adoran lo que no conocen, Nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos". (Juan 4:22) ¿Cómo le sonaría eso a ella? ¿Insultante, presumido, odioso? No. Ella presintió que Jesús estaba hablando la verdad, y amó esa verdad, a pesar de que iba en contra de sus propios intereses religiosos. Ella sintió tanto gozo de haber hallado la verdad que corrió a hablarles de Jesús a sus parientes y amigos.

Cuando uno ama la verdad, no se detiene a acariciar la mentira. Cuando uno ama la verdad, no se lamenta de haber escuchado. Cuando uno ama la verdad, no procura anteponer excusas que justifiquen las tradiciones. Cuando uno ama la verdad, siente un deseo profundo de llevarla a otros y diseminarla. Porque quiere que otros también sean felices de sentir la libertad que solo la verdad puede producir.

Por lo tanto, el amor a la verdad significa sentir afecto y aprecio por las instrucciones de Dios, al punto de que no anteponemos nuestros criterios e interpretaciones a lo que la Palabra de Dios nos dice de manera prístina. Por ejemplo, ¿cuánta explicación necesitan las palabras: "ama a tu prójimo como a ti mismo"? ¿Es muy difícil de entender? Sin embargo, ¿qué vemos en el mundo? Masacres, accidentes de tránsito, revueltas, crímenes de lesa humanidad, violación de los derechos humanos, privación de las libertades básicas, abuso del poder, esclavitud, etc. ¿Y de qué religión son -o han sido- esas personas? ¿Nos hemos puesto a reflexionar en ello?

Cuando uno les habla de la Biblia, suelen decir: "Soy ateo" o "soy agnóstico". Pero ¿qué religión tenían antes? Lo que en realidad están demostrando es que su religión -o la de sus padres- los llevaron al ateísmo, que no fue otra cosa que una forma de expresar su rebelión contra la religión que tenían antes, una religión que nunca los condujo a la verdadera libertad, sino a una forma de esclavitud diferente. (Juan 8:36)

Por amor a la verdad Jesús estuvo dispuesto a morir. Por amor a la verdad Jesús dedicó toda su vida a hacer la voluntad de su Padre. Por amor a la verdad Jesús se familiarizó profundamente con las Santas Escrituras a fin de responder las preguntas de sus discípulos y las de sus detractores. Y Jesús encomendó a sus seguidores la responsabilidad de predicar las buenas nuevas de su Reino, algo que no podrían llevar a cabo plenamente si no cultivaban amor a la verdad, un amor, afecto o apego que les ayudaría a soportar cualquier clase de oposición, incluso el martirio. Los que no amaran la verdad, sufrirían las consecuencias de su proceder. (2 Tesalonicenses 2:5-12) 

"Conocerán la verdad, y la verdad los libertará."
(Juan 8:32)

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