La Ley de Consecuencia

La Ley de Consecuencia es otra forma de referirse uno al concepto de acción y reacción, pero en un sentido más amplio. Por ejemplo, si uno descarga un golpe con un martillo sobre un trozo de madera, seguramente causará un hundimiento. Si uno enciende una chispa ante una fuga de gas, seguramente provocará una explosión. Si uno no sabe nada acerca de técnicas de supervivencia y se lanza al agua en alta mar, podría ahogarse muy pronto. Son situaciones en las que se cumplen leyes físicas, químicas y biológicas. No se pueden evadir.

El estudio de la física, química y biología consiste en el estudio de leyes que gobiernan casi todo a nuestro alrededor en el universo. Por ejemplo, si alguien te preguntara: "¿Podrías beber o comer la luz?", quizás responderías que no. Pero estudiando los procesos físicos, químicos y biológicos los científicos concluyeron que sí.  La clorofila en las hojas verdes de las plantas absorbe y junta la luz transformándola en energía. Hoy en día cada vez más personas interesadas en conservar su salud están comprendiendo que la forma líquida de la clorofila es un suplemento muy beneficioso para la salud. Y cómo no será de potente su efecto que hasta se recomienda consultar con un profesional médico antes de consumir clorofila líquida. Por tanto, cuando bebemos clorofila, en realidad estamos bebiendo energía producida por la luz. ¡En realidad, estamos bebiendo luz! Pero ¿qué tiene que ver esto con la Ley de Consecuencia?

Bueno, así como las leyes físicas y químicas se cumplen en todo el universo, existen leyes morales que nos demuestran diariamente su existencia. Distinguir la existencia de una ley moral no debería ser tan difícil, pero muchos han popularizado la idea incorrecta de que "si no lo puedo ver, no existe". Eso sería como afirmar que los gérmenes, las bacterias y los virus no existen porque no los podemos ver. Sabemos que existen porque vemos y experimentamos sus efectos. Por ejemplo, estamos gozando de una salud envidiable cuando, de repente, notamos una leve hinchazón en un dedo. En los días subsiguientes crece tanto que visitamos al médico, que nos confirma que se trata de una severa infección. Nos pone a régimen de antibióticos y destruye la amenaza, el dedo recupera su forma y deja de doler. ¿Seríamos tan ciegos de decir que la bacteria, el germen o virus no existía porque nunca lo vimos? No. Porque, aunque no entendemos los detalles de cómo actúa, vimos sus efectos.

Pero ¿cuál fue la verdadera causa de la infección? El médico nos explica que tal vez manipulamos sin guantes algún material contaminado, o quizás alguien nos contagió al estrechar nuestras manos, ¡Quién sabe! Nadie sabe cómo, nadie sabe quién, nadie vio la bacteria ingresando por las uñas, nadie entendió el proceso de curación con los antibióticos. Pero todas esas cosas constituyen una evidencia de la existencia de un factor contaminante, una enfermedad y un enemigo. 

Si uno insulta a otra persona, muy probablemente le conteste de una manera que no le va a gustar. ¡Habrá una reacción! Si uno conduce imprudentemente su automóvil, habrá una consecuencia. Si uno trata mal a las personas, tarde o temprano pagará la cuenta.  Si uno roba algo pequeño, tal vez se sienta animado a robar algo más grande, y algo más grande, hasta que termina preso. Estamos hartos de ver cómo caen grandes capos de las drogas, que, después de haberse dado la gran vida, terminan humillados entre cuatro paredes. No sabían cómo, pero la bacteria del mal, por decirlo de manera figurada, estaba infectando su alma poco a poco, día tras día, año tras año, hasta que finalmente dio a luz su peor pesadilla: Perderlo todo.

¡Habrá una consecuencia! Si alguien cree que saldrá bien librado después de haber causado daño a otros, terminará enfrentando la realidad: No existe forma de violar las leyes de Dios sin sufrir una consecuencia. No es que Dios se ensañe con uno individualmente, como un hada madrina que está molesta. Hablamos de leyes que estaban allí y que siempre se habían cumplido, pero el ofensor no quiso darse por enterado.

Siguiendo estrictas y sofisticadas leyes físicas y químicas diseñadas por el Creador, la luz causa el milagro de la fotosíntesis, gracias a lo cual resulta la clorofila. No sabemos cómo lo hace, pero vemos sus efectos. Y hay muchas cosas que no entendemos, que experimentamos en carne propia todos los días. Por ejemplo, los clorofluorocarburos creados por el hombre ahora son considerados contaminantes orgánicos persistentes porque lentamente han causado daño a la capa de ozono que protege de los rayos ultravioleta al planeta. De hecho, una sola molécula puede descomponer unas 100 000 moléculas de ozono. En 2005 se descubrió un forado de 29 millones de kilómetros cuadrados sobre la Antártida, una superficie que equivale a más de tres veces el tamaño de Australia, y no es el único lugar en el mundo que está dañado.

La capa de ozono se ubica entre los 15 y 50 kms de altitud y nos protege en un 97% a 99% de la radiación ultravioleta de alta frecuencia que llega hasta nosotros. Lamentablemente, la falta de conocimiento científico y nuestros malos hábitos humanos la dañaron tanto que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 16 de septiembre como el Día Internacional para la Preservación de la Capa de Ozono. ¿Cuán grave es el problema? Aumento de los casos de cáncer de piel, cataratas oculares, daño al sistema inmune y a la agricultura sensible a la radiación ultravioleta. Felizmente, se cree que el problema se habrá controlado y resuelto a mediados del siglo 21.

Pero ¿crees que todos usan protectores solares? No. Una razón es que no todos tienen dinero para comprarlos, y otra, porque no creen que el asunto les afecte directamente. Seguimos ensalzando el dicho: "ver para creer".

Hay algo aún mucho más preocupante que el daño a la capa de ozono: El impacto de la falta de espiritualidad. Por ejemplo, Caín vio que los tratos de su hermano menor Abel eran nobles, de manera que recibían la bendición de Dios. Dicho de otro modo, Caín veía la bendición de Dios sobre las obras de Abel. Pero ¿lo reconocía? No. A pesar de ser testigo de que Dios estaba bendiciendo a su hermano, no quiso reconocerlo ni darse por enterado. Y en el mismo nivel se hallaron los que persiguieron y causaron la muerte de Jesús. A pesar de ser testigos de que Dios estaba bendiciendo su obra, no quisieron reconocerlo ni darse por enterados. Acababa de sanar a un hombre, y en vez de alabar a Dios, quisieron destruirlo.

Por eso también, al igual que los que no quieren reconocer el daño en la capa de ozono y los efectos perjudiciales que causa al medioambiente, todos los que no den gloria a Dios tendrán que sufrir las consecuencias de su falta de fe. Porque Dios considera imperdonable a quien está viendo la bendición de Dios y, sin embargo, la atribuye al maligno. (Mateo 12:24) Lo recomendable es usar un protector solar, por decirlo así, y reconocer que cuando Dios bendice, en realidad, está arrojando luz sobre aquel a quien bendice, tal como cuando arrojó luz sobre Abel antes de que Caín lo atacara tan salvajemente. (1 Juan 3:11-12)
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