¿Fue Jesús un extremista?

Volver


En cualquier disciplina, para pasar del nivel básico al más elevado uno tiene que aprender un método y practicarlo. Por ejemplo, en las artes marciales. Para obtener un cinturón negro se deben respetar ciertas reglas estrictas, rendir siempre el máximo y procurar ir más allá de los límites aparentes del desempeño personal.

Eso significa rebasar los extremos, romper el récord, superar al oponente, ir más allá, ganar al campeón, o como dicen, conseguir el oro. Llámalo como quieras. Significa ir más allá del extremo.

De hecho, a los deportes extremos se los denomina así porque se caracterizan por llegar al grado de poner en riesgo la vida o la salud con tal de obtener una satisfacción, sentir placer, ganar un premio, vencer a un oponente, demostrarle algo a alguien u obtener aprobación, fama y dinero.

Por tanto, desde un punto de vista estricto, uno se convierte en un extremista no solo cuando llega al punto de valerse de la agresión,  hostilidad o violencia, poniendo en riesgo la vida de los demás o la suya propia, sino cuando lo hace con la intención de asustar, amedrentar, dominar o causar daño a otros.

Aunque las definiciones de los diccionarios para "extremista" suelen ser "partidario de ideas o actitudes extremas, especialmente en política", no es menos cierto en otros campos, incluido el de las creencias religiosas, étnicas y sociales. Los casos judiciales de la mal llamada Santa Inquisición o las Guerras de las Cruzadas, así como otros recuerdos oscuros de la historia, son ejemplo de ello.

Es interesante que el Comité de Derechos Humanos de la ONU calificara como extremista a quien incitase a la violencia y el odio, o los practicara. Pero, entonces, ¿fue Jesús violento o enseñó a odiar al enemigo? ¿Acaso no llegó a ser famoso por su dicho: "Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen"? (Mateo 5:44) Amar a los enemigos no era incitar al odio, ¿verdad?

Si se clasifica como extremista a quien incita a la violencia y el odio, o los practica, ¿cómo debería clasificarse a alguien que incita a la paz y al amor y los practica? A pesar de que a Jesús siempre se le vinculó con la paz, la paciencia y el amor, un examen cuidadoso de los evangelios dan cuenta de que fue alguien que fue enfático al defender el honor de su Padre celestial y principios de vida que nadie pudo superar jamás. Por eso pudo preguntar a uno de sus torturadores:

"Si dije algo malo, demuéstralo.
Pero si dije lo que es correcto,
¿por qué me pegas?
(Juan 18:23)

¿Quién lo abofeteó? ¿Alguien que promovía la paz, el amor y la unidad, o alguien que no estaba de acuerdo con lo que enseñaba? Pausemos y pensemos: ¿Quién fue el extremista en ese caso? ¿Jesús o el que lo abofeteó? ¿Quién estaba incitando a la violencia? ¿Jesús o el que lo abofeteó? ¿Quién estaba mostrando odio? ¿Jesús o el que lo abofeteó? ¿Quién fue extremista? ¿El que promovió la paz y el amor, o el que hizo apología de la violencia cultivando odio hacia quien hizo el bien? Uno tendría que ser ciego para no ver claramente la diferencia.

Un estudio cuidadoso de las actividades de los cristianos del primer siglo permite a cualquier persona sincera darse cuenta de que no eran los cristianos quienes procedían con violencia y odio, sino los que los oprimían. La Historia ha demostrado cabalmente que fue una vil calumnia decir que los cristianos incendiaron parte de la ciudad de Roma. ¡Dicen que su propio rey fue quien mandó incendiar la ciudad para culpar a los cristianos!

La Historia siempre termina poniendo las cosas en su lugar. Los hechos son como un corcho que uno esconde bajo el agua. Tarde o temprano sale a flote. Nerón se arrojó sobre sí mismo el repudio de la Historia y avergonzó a sus descendientes y a los descendientes de todos los que lo apoyaron. Enlodó a los cristianos, pero al hacerlo, se enlodó a sí mismo y a los suyos.

Por ejemplo, cuando el Diablo tentó a Jesús, este fue tajante al repeler su ataque. No lo confrontó violentamente ni con actitudes hostiles, aunque tampoco se dejó manipular. Fue valeroso y enfático al indicar que no estaba dispuesto a ceder a la influencia de una persona que incitaba a la violencia y al odio. Permaneció firme y con la frente en alto ante el acoso. Y es interesante que en todos sus encuentros con el Diablo, no fue Jesucristo quien se retiró, sino el Diablo. La integridad y confianza de Jesús en Dios fue tan grande que a Satanás no le quedó otra que aceptar su propia inferioridad.

Preguntémonos, ¿quién propició esos encuentros desagradables? ¿Quién llevó a Cristo a los tribunales? ¿Sus discípulos o los que lo odiaron y trataron violentamente? La historia dejó evidencia de que fueron los que lo odiaron y trataron violentamente. ¿Quiénes entonces fueron los extremistas? ¿Jesús, por mantenerse firme a favor de la paz y el amor, o los que lo acosaron, persiguieron, proscribieron, arrestaron, enjuiciaron, abofetearon, torturaron y clavaron? ¿Podría la ONU calificar a Jesús como extremista por haber sido amoroso? ¿No sería en cambio a sus enemigos por expresar odio, violencia y crueldad? ¿Es a los malvados a los que se defendería?

Como hemos visto, uno no se convierte en extremista por defender los principios de amor de las Santas Escrituras, sino cuando promueve de algún modo la violencia y el odio como método contra quienes se mantienen firmes a favor de bien. Por eso Jesús pudo decir: "La palabra que proclamé los condenará en el día final", refiriéndose a los últimos días. Sería entonces cuando Dios dirimiría finalmente los asuntos y juzgaría quién obtendría su aprobación, y las consecuencias darían como resultado la vindicación de los principios de la Biblia. (Juan 12:48)

Por ejemplo, ¿tildaríamos de extremista a un niño por defenderse de alguien que pretende hacerle daño? Todo lo contrario, lo felicitaríamos por esforzarse por mantener intacta su integridad y haber tenido el valor de hacer frente a su atacante. Eso no lo convierte en extremista, sino en todo lo contrario. 

En tal caso, ¿a quien habría que arestar y llevar a juicio? ¿Al atacante o a la víctima? Los seguidores del Diablo seguramente exclamarían indignados: "¡A la víctima!". ¿Estarías de acuerdo con eso? Seguramente no.

Por lo tanto, la característica principal de Jesús no fue hacer gala de actitudes hostiles, violentas ni hirientes. Tampoco instó a sus discípulos a usar la agresión como alternativa. Simplemente fue firme al sostener los principios justos por los que vivió, por los que más tarde entregaría su vida y por los que se convertiría en protagonista de la historia más grande de todos los tiempos.

El día que fue arrestado dijo a Pedro: "¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, que al instante pondría a mi disposición más de doce batallones de ángeles?" (Mateo 26:53) Cuando compareció en juicio ante Pilato, dijo: "Mi reino no es de este mundo. Si así fuera, mis guardias hubieran peleado para impedir que me arresten." (Juan 18:36)  

Jesús libró una guerra espiritual, no física. No estaba incitando a la violencia, sino tratando de salvar a una humanidad que estaba yéndose a un despeñadero debido a la violencia. "No vine a juzgar al mundo sino a salvarlo". (Juan 12:47) Pero como bien profetizó la Biblia acerca del trato que le darían: Por hacer el bien, le pagaron mal, y por procurar lo bueno, se pusieron contra él (Salmos 38:20). ¿Es eso ser extremista? ¿No fueron más bien extremistas quienes lo tildaron de extremista al grado de procurar su destrucción?

¿O diríamos que fue un acto extremista expulsar a los comerciantes y usureros que se burlaron de la santidad y respeto que merecía el templo de su Padre? La Biblia no dice que les dio de latigazos, sino que los expulsó del templo. Aquellos malos hombres estaban realizando una actividad ilegal desde el punto de vista de la ley judía. 

Jesús no violó la ley, sino todo lo contrario. Los que estaban violando la constitución política de Israel eran aquellos mercaderes, ya que la Ley prohibía hacer negocios dentro del templo. Las autoridades, más bien, debieron agradecerle que fuera tan determinado para hacerles cumplir la ley (quizás muchos de esos sinvergüenzas evadían el pago del impuesto al César).

Muchas veces sucede que quienes han considerado extremista a Jesús han pasado por alto el hecho de que ellos mismos pecan de extremistas. En otras palabras, es al revés. Se considera extremista al que hace uso y abuso de la violencia para reprimir a los buenos.

Si uno hubiera indagado en los registros públicos de Jerusalén, ¿hubiese encontrado denuncias legítimas de que Jesús actuó repetidas veces con violencia, promoviendo el odio extremista? No. Era pacífico y equilibrado.

Para algunos doctores de la Ley estaba claro que Jesús no había pasado por alto ninguna de las leyes de Dios. Pero otros, llenos de desprecio e ignorancia, decían que pisoteaba la ley.

En la antigüedad, Moisés pidió a Faraón: “El Señor, Dios de los hebreos, ha venido a nuestro encuentro. Déjanos hacer un viaje de tres días al desierto, para ofrecerle sacrificios al Señor nuestro Dios.” (Éxodo 3:18) No exigió nada. Solicitó permiso para salir al desierto y adorar a su Dios. Fue respetuoso, no extremista. Respetó la ley del Faraón, no la violó.

Fue solo cuando Faraón colmó la paciencia de Dios al excederse en sus acusaciones y maltratos que se levantaron calamidades sin precedentes para el pueblo de Egipto, calamidades que no cesaron sino hasta que Faraón dio su brazo a torcer.

¿Por qué los israelitas tenían que salir de Egipto para adorar? ¡Por respeto a la ley egipcia! Los egipcios consideraban que los israelitas eran sucios y que los pastores de ovejas debían mantenerse fuera de la ciudad. Los sacrificios que ofrecerían a Dios estaban compuestos en gran parte de ovejas. Según el ritual israelita, era contrario a la ley egipcia adorar a Dios dentro de la ciudad.

De modo que la solicitud de Moisés estaba teniendo en cuenta la propia ley de Egipto. No fue irrespetuoso al pedir permiso para salir a adorar fuera de la ciudad. Solo pidió tres días de licencia. ¿Era eso injusto después de tantos años de esclavitud? Solo querían adorar a su Dios en paz y unidad.

¿Dirías que aquella sencilla solicitud mostró extremismo? De ninguna manera. En cambio, el Faraón sí fue extremista al prohibírselo una y otra vez, a pesar de los milagros que efectuó Moisés para probarle que el Dios verdadero era un Dios de actos poderosos.

Nueve plagas impactantes y contundentes no bastaron para que dejara salir al pueblo. ¿No mostraba eso intolerancia y extremismo de su parte? Solo se ablandó cuando Dios le envió la décima plaga, con lo cual el Faraón dijo: "¡Basta!".

Tildar de extremista a Moisés solo distraía la atención de la verdadera cuestión detrás de todo. En realidad, el Faraón fue hasta el extremo de hacer todo lo que estuvo a su alcance para proscribir la obra de Moisés, yendo contra el Autor de la vida.

Por otro lado, ¿acaso fue Dios extremista al exigir la liberación de su pueblo? ¿Cuál ha sido casi siempre la única manera de superar el abuso de alguien? Por ejemplo, sabemos que el bullying es una forma de extremismo -y también de terrorismo- porque lleva el abuso a niveles extremos de violencia y odio. Aterroriza e intimida a los humildes.

Los actos de extremismo y terrorismo generalmente son aplicados por alguien que ostenta mucho poder y abusa de alguien que parece estar indefenso físicamente o de ser menos poderoso. En pocas palabras: abusa de su poder.

Es verdad que los gobiernos son poderosos y que no todos son injustos. Pero cuando el extremismo y el terrorismo se elevan a niveles extraordinarios, ningún gobierno puede hacerle frente con facilidad, lo que demuestra que, en realidad, se convierte en un elemento muy difícil de superar.

No es un secreto que Jesús fue torturado, masacrado y asesinado por gente verdaderamente extremista que llevó su odio a niveles extremos. No admitieron ninguna sabiduría en las doctrinas que Jesús defendía. No aceptaron absolutamente ninguna conciliación con Dios. Se mostraron de lo más intolerantes. A pesar de que Jesús sanó y alimentó a los enfermos y desvalidos, quisieron apedrearlo y clavarlo, y no solo a él, sino a sus seguidores.

Al igual que en los tiempos de Moisés, en los tiempos de Jesús el Dios verdadero no tuvo otra opción que intervenir con milagros y portentos a fin de demostrar que tanto Jesús como sus apóstoles eran quienes, de allí en adelante, recibirían su bendición y aprobación, y que, por el contrario, los que atentaran contra la vida de Jesús sufrirían graves consecuencias.

El profeta Daniel dijo una vez respecto al pueblo de Dios, a causa de que no obedecieron su voz: "El fin vendrá como una inundación, y la destrucción no cesará hasta que termine la guerra [...] hasta que les sobrevenga el desastroso fin que les ha sido decretado.". (Daniel 9:26-27) Eso se cumplió en su momento, pero también refleja cómo piensa Dios cuando se pasa por alto su voluntad y se oprime a su pueblo. Por eso Él se verá forzado a proceder de la misma manera en el futuro cercano.

Hoy vivimos en tiempos que claramente nos demuestran que estamos ante un futuro tenebroso para los malvados. Estamos a las puertas de que Dios finalmente dirima entre los que le han servido y los que no. Hay que enfrentar la realidad sabiendo que Jesús será finalmente vindicado y nadie volverá a tildarlo de extremista.

Entonces, ¿fue Jesús extremista? ¿O por lo contrario fueron extremistas quienes intentaron suprimir su obra matándolo de una manera cruel? ¿Fue extremista Moisés cuando fue firme al solicitar al Faraón que dejara a los hebreos adorar a Dios como ellos deseaban? ¿O por lo contrario fueron extremistas quienes intentaron suprimir su obra, persiguiendo a defensos pastores y agricultores con miles de soldados crueles, armados hasta los dientes?

¿Quién se excedió realmente yéndose a los extremos? ¿Faraón al negarse rotundamente a permitir que sus esclavos disfrutaran de tan solo tres días de descanso, a pesar de que no les habían dado vacaciones en muchos años? ¿O fue Dios extremista al hacer milagros y defender a su pueblo del abuso de poder de un Faraón abusivo e inmisericorde?

A veces algunos van al extremo de juzgar de extremistas a quienes son celosos por hacer el bien y se esfuerzan por ser equilibrados en su comportamiento, por no ser como la mayoría que olvida que está yéndose a los extremos.

Otros se van al otro extremo. Se relajan tanto que no aceptan el hecho de que todo tiene un límite. Exigen su derecho a la libertad sin percatarse de que, al hacerlo, están coartando el derecho y acceso de los demás a la misma libertad, hundiéndose cada vez más en las arenas movedizas del orgullo. Cuanto más se mueven, más se hunden en sus propias contradicciones.

Cuanto más reclaman "¡Libertad!", menos libertad sienten. Cuanto más fuerte gritan: "¡Queremos paz!", más arriba levantan la cresta de la ola de la violencia contra sí mismos. ¿Qué está sucediendo?

Sucede que están a punto de enfrentar la intervención de Dios, tal como ocurrió en el Diluvio, en los tiempos de Sodoma y Gomorra, y en los tiempos de Moisés y en cada ocasión en que quisieron fungir de reyes. (2 Tesalonicenses 2:2-4)

¿Ganarán contra Dios? ¿Lograrán vencerlo y demostrarle que realmente no lo necesitan? ¿Han acumulado suficiente poder científico y militar como para seguir oprimiendo impunemente a los buenos, tildándolos de malos, y ensalzando a los malos, calificándolos de buenos? ¿Quién ganará cuando estalle el Armagedón? ¿Dios o el hombre?

¿Llevará la humanidad a Dios al extremo de su paciencia como en los tiempos de Moisés? A juzgar por la Historia, repetirán el mismo resultado sin doblegarse ni un centímetro. Dios los juzgará con la misma vara.

ARRIBA
. . .